A ti, que nunca pensaste que podría pasar esto. Que la noticia ha entrado en tu vida como cinco jarros de agua helada. Que desde el momento en el que el médico pronunció las palabras «cáncer» y «mama» no has dejado de pensar: ¿por qué a mí?
A ti, que llevas tres noches seguidas sin pegar ojo. O tres semanas. Que te ahogan los nervios, que nada te calma, que nada te consuela. Que piensas que el mundo se ha vuelto en tu contra justo ahora que todo iba bien. O justo ahora que es lo último que te faltaba. Qué inoportuno. Qué innecesario.
A ti, que te niegas a aceptar que tu larga y abundante melena va a desaparecer antes de que puedas darte cuenta. Que te sientes cansada y débil. Que te aterrorizan la quimioterapia y sus malditas náuseas.
A ti, porque ya es hora de dar el siguiente paso.
Ojalá que por cada cabello que pierdas, ganes el doble de fuerza. Que cada mañana te levantes con la seguridad de que esto va a terminar bien, más pronto que tarde.
Ojalá que nunca ronde tu mente un “no puedo”. Ojalá que no se te acaben las ganas de luchar. Ojalá que puedas ir a la cama con una sonrisa cada día. Porque eres una guerrera. Porque no tienes miedo a nada. Porque no tienes que tenerlo.
A ti. A todas las mujeres.
“Creo en el color rosa. Creo que la risa es el mejor quemador de calorías. Yo creo en besar, besar un montón. Creo en ser fuerte cuando todo parece ir mal. Yo creo que las niñas más felices son las chicas más guapas. Creo que mañana será otro día y creo en los milagros”.
Audrey Hepburn
