Existe desde los albores de la humanidad y se ha adaptado a cada era y sociedad vistiéndola como un fiel reflejo de las mismas. Hoy, la moda se viste por y para la tecnología.
Hace mucho tiempo el negocio de crear ropa se limitaba a poco más que tejidos, botones e hilos, pero ahora, con la tecnología como parte indispensable de nuestras vidas, la moda se torna poco a poco hacia las posibilidades que ésta le ofrece. Innovación, vanguardia e imaginación se unen para conformar la moda del futuro en el presente.
Cuando la moda se encuentra con la tecnología
La aportación tecnológica a la industria textil ha venido dada por nuevos tejidos e innovadores materiales en los que la forma se somete a la función. Prendas prácticas y funcionales que resuelven problemas y facilitan soluciones.
“Cuando hablamos de tecnología en el contexto de la moda se trata bien de tecnología usable, que es cuando incorporas tecnología a una pieza de ropa, o bien de tecnología de la moda, que es cuando la tecnología es usada para el desarrollo de ropa”.
Gilles Lasbordes, Director General de Premiere Vision.
Desde ropa antimanchas, antiarrugas y antiolores a prendas inteligentes que te protegen de ataques, miden los movimientos o la presión sanguínea, el armario del futuro es smart. O más bien del presente, porque el smart clothing y los e-textiles ya están ahí fuera. Prototipos fabricados a base de mezclar fibras tradicionales y material electrónico táctil, prendas fotosensibles que te protegen del clima, sensores inteligentes que recogen, analizan y muestran datos, prendas a base de fibras inteligentes…
Innovaciones que combinan el diseño eficiente y la ingeniería y que ya han facilitado el surgimiento de alianzas importantes entre la industria textil y la tecnológica, como la alcanzada entre Levi´s y Google, para crear una chaqueta capaz de controlar un smartphone a través de los gestos del usuario. Otros prototipos como el Tesla Suit o el traje inteligente NFC de Samsung, permite al usuario que lo lleva desbloquear su teléfono, intercambiar tarjetas de presentación digitalmente y configurar los dispositivos en la oficina. Y todo gracias al IoT, el Big Data y el 5G.
Según un estudio de Juniper Research, la moda inteligente generó mil millones de dólares en 2020, previendo que alcanzará los once mil millones en 2025 gracias al sector del fitness y la salud. Son solo cifras, pero son el espejo de una nueva realidad: la tecnología está de moda.
Moda en el metaverso
Las fronteras de lo tangible y lo intangible se difuminan en el mundo digital y lo que antes se tejía con algodón, lana o poliéster, hoy se teje a base de ceros y unos. Que la moda se digitalizara, como lo ha hecho ya el arte, solo era cuestión de tiempo, pues ¿no es la moda otro tipo de arte? Su factor predominantemente estético y un tímido pero deseoso ímpetu de vanguardia lo empezaron a hacer realidad en la imaginación, la pandemia, lo ha terminado de materializar.
Empresas como la noruega Carlings, Tribute Brand de origen croata o DressX, un eCommerce ucraniano de moda fundado por Daria Shapovalova y Natalia Modenova ofrecen un nuevo tipo de moda a través de las prendas virtuales, atuendos de última moda y alta costura, que ni siquiera llegan a elaborarse físicamente, sino de manera digital. Ya sea para su venta online destinada a avatares virtuales como para la generación de prototipos 3D de cara a la creación de muestras más sostenibles, la alta costura se ha abierto un nicho en el intangible mundo virtual.
Marcas propias como Auroboros (la primera firma de moda digital en presentar colección en la Semana de la Moda de Londres de 2021), plataformas como The Fabricant, que se presenta como una «Digital Fashion House» o colaboraciones como la creada entre Moschino y The Sims. La moda digital ha venido para quedarse y, según las previsiones, para crecer. Los cálculos apuntan a que, de aquí a diez años, el mercado total disponible de este sector alcanzará los 8.500 millones de euros. Esto es aproximadamente un 1% de la cuota de mercado del sector moda. Una cifra pequeña pero que supondría nada menos que el ahorro de 35 millones de toneladas en la emisión de carbono y miles de millones de litros de agua y, eso, si es real.
Sastrería de ciencia ficción
Cómo creadas para la más vanguardista producción de Hollywood, percibidas como extravagantes creaciones aisladas del mundo cotidiano y soñadas sólo en las mentes más creativas. Prendas nacidas de la vanguardia, la imaginación y la tecnología que aúnan el futuro, a través del diseño, con el presente, a través de las pasarelas.
Naturaleza e innovación se encuentran en el arte de hacer moda de diseñadoras como Iris Van Herpen, cuyo trabajo consigue un difícil pero perfecto equilibrio entre la artesanía, la innovación tecnológica y la experimentación con los materiales, generando una particular forma de hacer Alta Costura en la que conviven en perfecta armonía los procesos manuales y la artesanía tradicional de alta costura con la tecnología y las técnicas digitales más avanzadas. Bajo la colaboración con científicos y artistas de otras disciplinas, cada pieza está inspirada por uno o más de los pilares fundamentales: ciencia, baile, naturaleza, arquitectura y arte. Sus diseños a menudo incorporan partes móviles que parecen tomar vida propia en las que destaca el uso de siluetas fluidas voluminosas usualmente construidas en base a múltiples líneas guía. La iluminación y el movimiento se trabajan y unen en cada diseño, resultando en prendas innovadoras y ondulantes que recuerdan a motivos animales y alienígenas. Su costura, alejada de las tendencias anuales permanece consistente e inalterable, fiel a su estética única establecida. La marca, que desfila bianualmente en la semana de la Alta Costura de París tiene seguidores de culto y cuenta con la admiración de celebridades como Björk, Lady Gaga, Naomi Campbell, Valentina Sampaio, Tessa Thompson, Coco Rocha o Soo Joo Park.
Pero si hay un nombre que resuena en el maravilloso cóctel de moda y tecnología es el de Anouk Wipprecht, cuya costura tecnológica traslada al espectador de sus obras a una inusual combinación de la moda y la tecnología donde la impresión 3D tiene un papel predominante. La diseñadora holandesa ha convertido a la función tecnológica en parte estética de sus prendas, jugando con los estímulos físicos internos y externos medidos por sensores para exteriorizarlos en forma de luz, sonido, movimientos, reacciones o funciones integradas que emanan directamente de las prendas, en función del nivel de estrés o ansiedad de sus portadores, logrando hacer de la moda una experiencia única. Entre sus creaciones se encuentran piezas sensacionales y extraordinarias como un vestido de cóctel que el DareDroid, un vestido de cóctel biomecánico cuyos sensores alrededor del cuello del usuario detectan cuando alguien se acerca y permiten que el sistema sirva un cóctel; o el famoso Spider Dress 2.0 que ha fusionado el diseño de moda con la ingeniería, la ciencia y la interacción con el usuario. Creado con la colaboración de Intel y con su chip Edison integrado, este corpiño impreso en 3D delimita un espacio personal que, al ser invadido, lleva a la prenda a desplegar unos brazos para proteger la zona del confort del usuario. Un trabajo que no sería posible sin la tecnología y la colaboración con compañías del sector como Intel, Google, Microsoft o el innovador servicio de impresión 3D Materialise.
Parece que aunar moda y tecnología no sería posible sin las características intrínsecas de cada una de ellas que se impulsan e inspiran de forma recíproca e inmensamente bella. Sus orígenes residen en extremos opuestos, mientras la moda es herencia directa del pasado, la tecnología es inspiración inminente del futuro, pero es solo una lección más de cómo dos mundos que no parecían tener nada en común, pueden engendrar uno totalmente nuevo.
El Attelier Magazine