Todas hemos tenido una abuela que era capaz de coser un vestido digno de escaparate o una madre que arreglaba los bajos de los pantalones cuando nos estaban largos para que no nos los pisáramos. ¿Nunca te has preguntado por qué sabían todo eso?
“A hilar y coser, gane su vida la mujer”
La costura es un arte con más de 20.000 años de antigüedad usada principalmente para producir o remendar ropa y artículos para la casa, tales como cortinas, ropa de cama, tapicería y mantelería. Precisamente por esta característica, en las culturas, la costura ha sido considerada durante mucho tiempo como un “trabajo de mujeres” y, a menudo, se asociaba con la actividad doméstica realizada por las mujeres como parte de ser una buena esposa y madre, pero también por necesidad, ya que el acceso a la ropa solía ser caro. La costura, además, se contemplaba como una actividad serena y elegante que dotaba de feminidad, habilidad y saber estar a una mujer, cualidades deseadas e indispensables para su casamiento.
Lo cierto es que la costura siempre fue (y sigue siendo en muchas casas) una más de las labores del hogar tradicionalmente asignadas a las mujeres. Pero se trata de algo cultural y costumbrista más que intrínseco al género. Sin embargo, su correlación con la ropa, la moda y la estética han salpicado a la costura, relacionándola con algo poco serio y superficial, características también asociadas a la feminidad. Y ahí tenemos la respuesta a la pregunta. Nos enseñaban a coser a las mujeres, porque coser, era visto como una actividad de mujeres, para mujeres, incluso cuando era para hombres.
De madres a hijas
Siempre ha sido así. Lo observamos en nuestras madres, abuelas, lo vimos en la tele, lo leímos en los libros… Lo hemos visto tanto que hemos interiorizado desde la infancia erróneamente que, como mujeres, tenemos una serie de deberes y responsabilidades cuyo cumplimiento nos atañe exclusivamente a nosotras. Parece que la cultura y la sociedad se empeñaron en imponer un lugar determinado para nosotras y que, a pesar de los recientes cambios de mentalidad y estilo de vida, siguen vigentes en forma de pequeños lastres.
Parecía que con la incorporación de la mujer al mundo laboral y la pérdida de muchos prejuicios unido al paso de los años y la evolución de la mentalidad la mujer lograría abandonar ese lugar. Sorprendente es, sin embargo, ver como culturalmente sigue estando aceptado que sigamos siendo, a pesar de trabajar igual que nuestras parejas, las que cuidamos de los niños y de nuestro hogar. Lo que vimos como una oportunidad para tener el mismo lugar que un hombre se ha convertido en un arma de doble filo, pues se espera de nosotras que ocupemos este nuevo lugar, sin abandonar el anterior.
Hoy, ser mujer es un trabajo a jornada completa que se divide entre tu puesto laboral y tu unidad familiar. Tanto es así, que llegado cierto punto, debíamos escoger entre ser madres o tener trabajo. Hoy, dado por hecho lo segundo, el dilema está entre ser una buena madre u optar a un puesto alto en el trabajo soñado (si conseguimos superar el techo de cristal y la reducción de jornada, claro). ¿Y qué tiene que ver esto con el papel de la mujer como costurera? Que la costura, como la maternidad, es solo una de todas esas “tareas” que se da por hecho que pertenecen a la mujer por su género cuando ninguna de las dos debería tenerlo.
¿… y a hijos?
Si dejamos de lado prejuicios y roles de género anticuados y carentes de lógica, veríamos que la costura es sólo una habilidad y, como cualquier otra, no se alinea con ninguno de los dos sexos. Una aguja de coser no cobrará vida si un hombre la sostiene y empieza a cantar Mamma Mía, porque no es la feminidad lo que te dota para la costura. La costura es una habilidad, una maestría, un trabajo manual como la pintura o la carpintería, que lo único que denota es destreza y talento en una habilidad. Entonces ¿por qué no enseñamos también a coser a los hombres?
Está claro que pueden ser grandes diseñadores y que muchos de ellos disfrutan hoy de la costura, ya sea como profesión o como pasatiempo. Pero si seguimos empeñados en relegar esta tarea a ellas y convencerles a ellos de que hacerlo, les hace menos hombres, el mundo se perderá muchos grandes diseñadores. La costura es un arte, la haga quien la haga y hacerla no te hace menos hombre o una mujer, te hace un artista.
Todos quieren coser
La costura de prendas de vestir está experimentando un resurgimiento con un número creciente de mujeres que cosen y eligen confeccionar su propia ropa en lugar de comprarla. Ya sea por motivos de fitting o estilismo, por escapar de la moda masificada o por hacer la suya propia, adaptada a sus gustos y necesidades. La moda siempre ha sido un vehículo de expresión pero su confección lo es aún más. Parece que todo esto unido a un largo periodo de confinamiento, un cambio de mentalidad y una revalorización de las artes está desembocando en el boom de la costura.
Maestros de la Costura o Next in Fashion empezaron en la televisión lo que hoy, continúan las redes sociales. Youtube, Instagram y TikTok han instaurado la costura como tendencia, como hobby y como forma de ganarse la vida. Las cuentas de jóvenes que enseñan a diseñar, patronar y confeccionar ropa y accesorios se cuentan por miles, sus seguidores, por millones.
Ya lo dice el dicho: “Coser y cantar, todo es empezar”.
El Attelier Magazine