La queremos con locura pero ser ella conlleva una serie de transformaciones por las que no estamos dispuestas a pasar. Es por ello que quizás celebremos con tanto énfasis el Día de la Madre. Ser madre es duro, muy duro. Pero nuestra madre SIEMPRE se lleva el premio de madre sufrida.
Se nos ocurren algunas razones por las que no querríamos ser ellas ¿se te ocurren más?
Porque dejó de salir de fiesta.
Tu madre fue marchosa en algún momento de la historia, aunque te cueste creerlo. Esa criaturita que se duerme en el sillón disimulando el cansancio a las 10 de la noche, hubo un tiempo en el que no paraba por casa y en el que bailó más veces el Night Fever que tú el Despacito. Y no queremos convertirnos en eso, ¿verdad? No al menos de momento. ¡O si! porque llevamos ya un tiempo que se nos han acabado las excusas cuando nos invitan a planes que no nos apetecen. Quizás un bebé sería lo mejor xD
Porque pasó del Gin Tonic al Fintonic.
Sí, el gin tonic no es moderno. Ya lo bebía tu madre (con menos florituras y menos sabores exóticos, por supuesto). Pero llegó la hipoteca, los hijos, los coles, la ropita de los hijos, etc. Tu madre se convirtió de repente en gestora de la economía familiar, haciendo malabarismos sin que tú te dieras cuenta. Y es que, un poco en sintonía con lo anterior, el dinero que te dejas en copas ya empieza a dolerte, las motocicletas podrían empezar a no gustarnos y la música a todo volumen en los bares a molestarnos.
Te levantas el domingo por la mañana queriendo ser una mejor versión de ti misma y queriendo salir a caminar, de ruta, a correr, pero lo que corre es el resultado de una noche loca por tus venas. Y te debates entre lo bien que te lo has pasado y la envidia que te dan esas familias idílicas de Instagram paseando por el campo. ¡Esto sí que es un dilema!
Porque desarrolló un superpoder asqueroso: la saliva para todo.
Desde limpiar una pintada de boli de la mesa hasta cubrirte un arañazo, pasando por el famoso “pase de hojas” de una revista. La saliva sirve para absolutamente todo cuando una madre se convierte en madre. Y eso es así. No hay madre inmune a esta transformación.
Piensa en el esfuerzo que han tenido que hacer todas esas madres saliveras cuando estabas con tus amigas. ¡Si es que tienen el cielo ganado!
Porque sus canciones favoritas del verano son “ponte crema” y “no llegues tarde”.
Si para James Bond “el mundo nunca es suficiente” a tu madre le pasa con la crema solar. Ya puedes echarte factor 100 por 100 veces y ya puedes tener la melanina agradecida. Lo peor es que tiene razón. Y tú estás empezando a darte cuenta, que ya no solo te lo dice ella, también te lo decimos nosotras. ¡Hay que cuidarse la piel, nena! Que este Sol está pegando fuerte.
¿Y tú crees que tu madre no quiere que te diviertas? Todo lo contrario. Pero ese “no llegues tarde” en realidad quiere decir “hasta que no llegas no me duermo”. No es por ti, es por su insomnio. Y aquí no nos vamos a parar por no enfriar el tono jocoso que estamos teniendo, pero hay mucho más detrás de ese “no llegues tarde” y “ten cuidado con lo que haces y con quién te vas”. Nadie se va a preocupar nunca tanto por nosotras como nuestra madre.
Porque la comida es su religión, y los ‘tuppers’ sus mandamientos
“A ti que siempre tienes caldo en la nevera”,”¡Ay mamá!”, como diría Rigobeta Bandini, déjanos respirar, ¡que estamos usando el último agujero del cinturón ya! Y es que, una buena receta de madre ha de contener las tres “ces”: cuantiosa, calórica y casera.
Pero aunque a veces su obsesión por tenernos bien alimentadas lance nuestra dieta por el desagüe, en el fondo sabemos que sus platos no se pueden comparar con nada en el mundo, sus manos hacen verdadero arte. No me dirás que un buen plato de cuchara de mamá no te lleva al séptimo cielo.
Porque son mamis Dorys
Oh, madres queridas, siempre dispuestas a ayudarnos, y es que nunca fallan en recordarnos todas las tareas que tenemos pendientes. Da igual que tengamos 15 que 30, a veces siguen haciéndonos sentir como si fuéramos unas niñas irresponsables.
Bendita sea su memoria selectiva, que les hace olvidar por qué tienen que pedirnos perdón y sin embargo, te pueden describir con pelos y señales esas anécdotas de la infancia que son un “tierra, trágame”.
Pese a que nos pregunten lo mismo una y otra vez, como un disco rayado, siempre esperamos que llamen por teléfono, las veces que sean, porque solo ellas son capaces de curarnos de cualquier mal.
Porque se convierte en nuestra portavoz.
Es que le encanta divulgar y comentar sobre nuestras cosas. Lo lindo, lo no tan lindo, absolutamente todo. Y, aunque lo hace con un amor y orgullo inmenso, nos molesta. Es que es nuestra vida, mamá.
Porque, simplemente, es una persona irrepetible.
No, no podemos convertirnos en nuestra madre porque ella es única. Con sus virtudes y sus defectos. Con sus besos y sus enfados. Porque el amor incondicional que nos tienen es muy difícil de explicar y, mucho más, de imitar. Pero tenemos claro el espejo en el que nos queremos reflejar cuando este momento llegue. Parece que dicen que es la representación más precisa de nosotras en el futuro. ¡Veremos!
¡TE QUEREMOS MAMÁ!
El Attelier Magazine