Imagina viajar al pasado, poder conducir un DeSoto, vestir como tus abuelos en aquella foto antigua, escuchar a Aretha Franklin en un tocadiscos o ir a cenar a un diner americano de los 50, parece lejano pero no es tan complicado, no necesitas un DeLorean, basta con salir a la calle. La invasión del pasado no es nada nuevo. Lo antiguo está recobrando el interés que parecía haber perdido, volviendo a poner de moda todo aquello que sea vintage.
El comienzo de una antigua era
El pasado parece ser la última de las tendencias, irónicamente cuanto más antiguo, más a la última. Ese es el pensamiento que ha debido de llevar a los empresarios a ver en lo vintage una oportunidad de negocio. Y es que el impacto que estos productos están causando en la actualidad quizá sea lo que ha originado el auge de negocios exclusivamente dedicados a todo aquello que algún día perteneció al pasado o que simplemente lo aparenta.
Hoy, las madres y abuelas de todo el mundo ven cómo sus hijos y nietos abren sus cajas empolvadas para recuperar lo que un día perteneció a sus predecesores. El paso del tiempo no se ha llevado lo antiguo consigo, sino que lo revaloriza día tras día; lo rescata de la memoria y lo pone, una vez más, de moda.
Devoción por el pasado en todos los aspectos
Lo vintage no es un artículo, es un estilo, pudiendo adaptarse a múltiples y diversos sectores. Comenzaría en uno de los grandes focos de tendencias, el mundo de la moda, donde empezaría a volverse la vista atrás en busca de lo que un día triunfó con la esperanza de que lo hiciera una vez más. Una ambición que se extendería como una plaga a todos los ámbitos, popularizando lo vintage entre la población y adquiriendo cada vez más fuerza y presencia. Según el Estudio de los factores de compra de productos retro y segmentación del mercado potencial retro realizado por la revista Contaduría y Administración con respecto a los potenciales compradores, un 44.4% aseguró que probablemente los adquiriría frente a un 6.3% que no tendría ninguna intención de hacerlo. Las empresas son conscientes de estos datos y cada vez más sectores incorporan y adaptan este concepto a sus producciones, lo que resulta en una oferta ampliamente heterogénea, desde los objetos más cotidianos y la moda del día a día, pasando por el interiorismo, la literatura, el cine, la televisión, la música, la restauración, la automovilística, la joyería y hasta la tecnología.
La originalidad de lo clásico
Con una estética que dista bastante de la actual, lo vintage se han abierto camino en una sociedad caracterizada por los avances tecnológicos y nuevas generaciones: la sociedad millenial y la Generación Z, que parecen ser las que más inclinación e interés muestran por esta nueva moda. Los estudiantes del Instituto Europeo de diseño de Madrid tienen claro por qué: “La calidad que tiene esta ropa no la tiene ninguna de la que hay ahora… ni la confección ni la calidad son las mismas.” Y es que, hoy en día, vintage es sinónimo de calidad, exclusividad, historia y estilo, asociándose a un gusto refinado y original e incluso llegando a ser, todo aquello que destaque por su pasado, aura o singularidad, objetos de culto dignos de un coleccionista. Pero ¿qué es exactamente este fenómeno? Para muchos es una filosofía de vida, para otros una simple tendencia que como todas, acabará pasando de moda.
El papel de la nostalgia
La clave del éxito de la fiebre vintage no es tanto racional sino emocional. “Uno de los factores principales es la nostalgia” afirma la psicóloga Sonia Jiménez, “nos lleva a conferir a estos objetos vintage una simbología y emoción generalmente positiva, que inevitablemente nos provoca una conexión emocional, haciendo aún más atractivo ese objeto”. Aun con la amplia oferta tecnológica de la que se dispone hoy, algunos prefieren anclarse al pasado como una reacción a un mundo cambiante en el que consumir productos nostálgicos como una especie de vía de escape o refugio en una época más profunda.
Es, por otro lado, una reacción a una sociedad globalizada y capitalista de producción masificada con los mismos patrones. Frente a eso los productos vintage se alzan como originales y exclusivos, dotando a aquel que los consume de singularidad y distinción. Según la publicista Lucía de la Morena “El marketing de productos vintage apela a un deseo de diferenciación. Son productos escasos y tenerlos te hace único. No deja de ser otro componente más para que el consumidor se sienta diferente y exclusivo”. Las empresas son conscientes y han aprovechado el potencial de esta moda para crear productos sentimentales, originales y únicos como alternativa al consumo de masas.
Para los que tratan día a día con los consumidores “es un poco por todo, por no tener que hacer más producción y por no ir igual que el vecino; por diferenciarse, por llevar algo que ya no se hace” afirma Maite Cano, propietaria de Flamingos Vintage Kilo. Según Miguel, de la tienda Magpie, “Hay tres variantes. O les gusta el estilo o van por la moda o bien huyen de ella buscando productos diferentes”. Ya sea por un motivo u otro, este fenómeno, como todos los que surgen, no ha tardado en generar sentimientos y opiniones divergentes al respecto.
Sostenibilidad e innovación, unidas por la moda
Pese a que muchos califican esta tendencia de movimiento hipócrita y consumista, ya sea de forma consciente o inconsciente, adquirir productos vintage es una forma responsable y sostenible de consumo y hasta una forma de reciclaje, además de una ventaja económica para los consumidores, pudiendo comprar a menor precio o rescatar los antiguos que ya poseían. Cierto es que la revalorización de estos objetos y su cada vez mayor fama llega a elevar los precios, pero mirándolo con otra perspectiva, es una manera perfecta de obtener un dinero extra vendiendo antigüedades. Otro punto a destacar es la solidaridad, sobre todo al otro lado del charco, “En Estados Unidos lleva muchísimo más tiempo que en Europa… allí están muy concienciados en darle otra vida a todo. Todo lo que venden lo dan a obras sociales y lo que no se vende se dona para que llegue a la gente que realmente lo necesite” asegura Maite Cano.
Entonces ¿qué tiene de malo? Nada, al menos para los consumidores. Y es que aquí son los empresarios los que deben lidiar con los contras de esta nueva tendencia, enfrentándose a dificultades para encontrar tanto productos como proveedores. Encontrar y recuperar antigüedades en buen estado no es fácil y una vez conseguido ¿cómo se adquiere la diferenciación y atención del consumidor con productos antiguos? este es el mayor reto al que se enfrentan: la innovación, en un mundo que la demanda constantemente.
El pasado siempre vuelve
Pese a los inconvenientes y las críticas los seguidores de la “revolución vintage” lo tienen claro: “Es el estilo, la personalidad… Las cosas de ahora no tienen personalidad, se hacen en cadena y todos llevan lo mismo. Lo vintage es como volver a otra época, una con personalidad”. Al final parece ser que, de una forma u otra y nos guste o no, el pasado siempre vuelve.
El Attelier Magazine